Más allá de disquisiciones terminológicas y jurídicas sobre los términos cosmético y fármaco, para los dermatólogos es evidente que existen productos fabricados, publicitados y vendidos como cosméticos que ejercen efectos de modificación, habitualmente positiva, en la estructura o función de la piel, con el resultado final de una piel más sana, atractiva o joven.
Si a estos productos queremos denominarlos cosmeceúticos o cosméticos activos, es de escaso interés mientras estas categorías de productos no sean recogidas en la normativa legal.
Dos buenos ejemplos de grupos de productos cosméticos que pueden ejercer cambios beneficiosos en la salud y en la estética a través de mecanismos nuevos, y mucho más amplios que los conocidos hasta hace poco, son los productos hidratantes y los protectores solares, los dos pilares del cuidado de la piel sana.
La difusión de aquello que hay de científicamente cierto respecto a los cosméticos es de gran interés para el prescriptor de estos productos y para los pacientes que van a utilizarlos, ya que sería deseable que el conocimiento sobre sus mecanismos de actuación, eficacia, seguridad y control que establezcamos los prescriptores sean al menos cercanos en exigencia a los que son norma a la hora de evaluar fármacos.
Enemigos de este objetivos los encontraremos, dentro de la profesión médica, en la posible consideración del cosmético como producto cercano al placebo, o en la mala selección de las fuentes de información. Y en el exterior, en forma de toda una constelación de estrategias de publicidad y marketing médico, en general alejadas de la medicina basada en la prueba.
Por ejemplo, si tomaramos como modelo algunos antioxidantes de comprobada eficacia, deberíamos exponer los requisitos que debe cumplir la cosmética prescrita por el dermatólogo, sus posibles riesgos y cómo evitarlos, y las puertas que se van abriendo con los nuevos avances tecnológicos.
A medida que se han ido borrando las fronteras entre medicamento y ciertos cosméticos, es razonable extremar las exigencias y las cautelas para que los pacientes reciban una prescripción eficaz, para conseguir objetivos alcanzables, segura para ellos y el medio ambiente, y a un precio proporcional.
* Por el Dr. Jorge Soto de Delás, profesor titular de Dermatología de la Universidad del País Vasco. Jefe del Servicio de Dermatología de Policlínica Guipúzcoa (San Sebastián).