El daño cerebral adquirido (DCA) hace referencia a un conjunto de etiologías bastante heterogéneo (ictus, traumatismos craneoencefálicos, anoxias, etc.) y que tiene como característica común la de haber provocado una lesión cerebral que irrumpe en el desarrollo vital de los afectados. En términos cuantitativos se trata de una discapacidad con una elevada incidencia y prevalencia. Según la Federación Española de Daño Cerebral (FEDACE) en España viven más de 400.000 personas con DCA. Las implicaciones personales, familiares y sociales del DCA alcanzan una gran trascendencia, por el carácter mixto de las secuelas discapacitantes que provoca. Desde alteraciones sensitivas y motoras a los déficits cognitivos, alteraciones emocionales y conductuales, que, en su conjunto y según su gravedad, conllevan una pérdida de autonomía e independencia funcional. “Se trata, por tanto, de una discapacidad transversal que, por sus graves limitaciones en distintas áreas, exige una rehabilitación multidisciplinar y con capacidad de adaptación a cada etapa, entorno y situación personal/familiar”, nos comenta Joan Ferri, Director del Servicio de Daño Cerebral de Hospitales Nisa. |