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LA DIETA MEDITERRANEA Y LOS HÁBITOS SALUDABLES, LOS GRANDES ALIADOS PARA LA FERTILIDAD
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El estilo de vida en el que nos sumerge la sociedad actual afecta negativamente a nuestra fertilidad. Desde el Centro Médico de Reproducción Asistida (CREA) inciden en la necesidad de que la sociedad se conciencie de la importancia que tiene, tanto en nuestra salud reproductiva, como global, cambiar nuestros hábitos de vida. El estrés, las dietas desequilibradas, los hábitos tóxicos y la vida sedentaria son factores negativos que afectan a nuestra actividad reproductiva.

 

En este sentido, la co-directora de CREA, la doctora Carmen Calatayud, destaca la influencia que la nutrición tiene en nuestra salud reproductiva, de hecho diversos estudios señalan el impacto positivo que una dieta, saludable y equilibrada, tiene en nuestra fertilidad. La popular dieta mediterránea, rica en verduras, legumbres, aceite y pescado  (baja ingesta de grasas trans, de bajo contenido de proteína animal; mayor contenido de proteína vegetal; alto contenido en fibra y baja en hidratos de carbono) se relaciona con una disminución de los problemas disovulatorios, una mejora en el desarrollo embrionario y fetal, y un aumento por tanto de la tasa de gestación en los ciclos de reproducción asistida.

 

Asimismo, el consumo moderado de café no parece que altere la capacidad reproductiva, si bien la mayoría de las sociedades (Food and drug Administration, Food Standards Agency...) aconsejan limitar el consumo de cafeina a 200 mg/día (una taza de café contiene 85-110 mg de cafeína) en las mujeres embarazadas o que estén intentando conseguir gestación.

 

 El estrés, compañero inevitable de la sociedad actual, también tiene sus efectos nocivos sobre la fertilidad. Tanto el estrés relacionado con la situación personal y profesional, como el generado por el diagnóstico y tratamiento de la esterilidad, influyen en distintos niveles sobre la fertilidad. Se ha observado que el pronóstico de los tratamientos de reproducción asistida es peor en mujeres sometidas a altos niveles de estrés. En el caso del varón, el estrés puede alterar la calidad seminal. Además, el estrés se erige como la principal causa de abandono de los tratamientos de reproducción asistida. “Por estas razones, es importante que las parejas puedan tener un adecuado asesoramiento psicológico en relación a las alteraciones emocionales ligadas a la esterilidad”, recomienda la doctora Calatayud.

 

Por otro lado destaca los indicios suficientemente alarmantes, de los efectos nocivos del tabaco sobre la fertilidad “como para informar y animar a nuestros pacientes a abandonar su consumo, desmontando la extendida y falsa creencia de que en caso de embarazo, es peor la ansiedad provocada por no poder fumar, que el hábito tabáquico moderado”. En la mujer, el tabaco afecta negativamente a nivel de ovario, trompa, útero, embrión, feto y recién nacido. También hay evidencias de un efecto deletéreo del tabaco sobre la espermatogénesis en el hombre.

 

 En cuanto al alcohol, su consumo se ha relacionado en el caso de la mujer con retraso del crecimiento folicular, alteración de la maduración del ovocito, disminución de la fertilidad, menor tasa de fecundación e implantación y aumento de abortos. Respecto al hombre, la ingesta alcohólica se traduce en una reducción de la cantidad y movilidad de los espermatozoides, así como en un aumento de espermatozoides anormales. Con todos estos datos, “podríamos decir que existen pruebas suficientes para recomendar a las parejas que tratan de quedar embarazadas que deben limitar e incluso abstenerse de consumir alcohol antes de la concepción y durante el embarazo”.

 

 La actividad física moderada, practicada de forma regular, puede ser beneficiosa para la salud reproductiva por el efecto que tiene en el control del peso, en la disminución del estrés y en el aumento de la autoestima. Por el contrario, alerta la doctora Calatayud, “el exceso de actividad física puede aumentar el riesgo de infertilidad, debido a alteraciones en el eje hipotálamo-hipofisario, responsable del equilibrio y funcionalidad hormonal”.

 

 También el exceso y defecto de peso corporal puede comprometer la fertilidad. El IMC (índice de masa corporal) se utiliza para medir objetivamente el grado de obesidad y se define como la fracción entre el peso corporal en kilogramos y la talla en metros al cuadrado. Se considera normopeso cuando se sitúa entre 20 y 25, bajo peso cuando es inferior a 20, sobrepeso cuando supera los 25 y obesidad a partir de 30. La obesidad puede afectar negativamente a las funciones del ovario, a la calidad ovocitaria y endometrial, y a la ovulación. Por su parte, la mujer con un IMC bajo pude presentar retraso en la menarquia, anovulación y alteración de los ciclos menstruales.

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